Introduccion al BDSM…

El BDSM es un acrónimo resultado de las siglas B/D (Bondage y Disciplina); D/S (dominación-Sumisión) y S/M Sado-masoquismo). Este término se acuña, a partir de mediados de siglo XX, en EE.UU. con la intención de englobar todas las tendencias (o por lo menos las mayoritarias) que se practican bajo el término “sadomasoquismo”.
Desde el ámbito de la antropología es una variante sexual más, un «ars erótica» que implica un gran acopio de conocimientos transmitidos popularmente. Y, además, es una subcultura porque quienes se adscriben a esta categoría han sido capaces de crear:

Espacios de encuentros (bares, clubes, Internet).
Narrativa específica sobre el tema (novelas, revistas, cine).
Redes (amistades comunes; encuentros, fiestas).
Lenguaje propio.
Sistema de valores (Sano, seguro, consensuado).
Símbolos.
Definirse como BDSM significa que se realizan, o se pueden realizar, al mismo tiempo:

Juego de roles (dominación-sumisión).
Actividades lúdicas (escenificación, travestismo, etc.).
Actividades sexuales (o de significado erótico).
Y todo ello para conseguir un objetivo fundamental: la ENTREGA absoluta. Esta entrega es más importante que llegar al orgasmo, a la eyaculación o al intercambio de fluidos. Disfrutar del juego y del abandono es una experiencia que se vive como algo que fomenta la comunicación —entendida ésta como interrelación— entre los participantes, como una práctica que aumenta la autoestima (sobre todo del sumiso/a) y como una experiencia de gran transformación emocional e incluso espiritual. Hay que destacar que el alcance de un encuentro depende del grado de confianza capaz de establecer con el otro, ya que esta actitud es el requisito indispensable en el que se fundamenta el encuentro BDSM.


Antes de analizar o reflexionar sobre este juego de roles es preciso definir qué se entiende por “poder”. Desde este trabajo se define el poder como “la capacidad que tiene una persona de modificar o influir en la conducta de otra”. Desde este punto de vista toda relación humana es una relación de poder, de un poder que, desde la perspectiva de la Psicología Social , puede sintetizarse en cinco tipos: el poder de recompensa (ejercido tradicionalmente por los padres), el poder coercitivo (desempeñado por la policía), el poder referente (la influencia que ejerce una cantante sobre sus fans), el poder de experto (el de una profesional de la medicina, por ejemplo) y el poder legítimo (el que ejerce una persona que ocupa un cargo electo, o el ejercido por los ancianos en las sociedades exóticas).

Todos ellos pueden desempeñarse aisladamente pero, con frecuencia, suelen operar al mismo tiempo. Así, por ejemplo, padres y profesores desempeñan más de un poder a la vez. Y también suelen desempeñar más de uno a la vez quienes disfrutan y gozan de una relación de dominación/sumisión. Es importante notar que sólo en el contexto de una relación puede desempeñarse cualquier tipo de poder y que todos ellos son roles cuyo significado varía histórica y transculturalmente.

Las personas que se definen como BDSM fantasean con el juego de roles, lo desean y se sienten felices experimentando la entrega a través de la disciplina. De manera que unas personas hacen de dominadoras y otras de sumisos/as. Es decir, unas personas disfrutan ejerciendo el control de la situación y otras cediendo ese control. Sin embargo, y a pesar de las apariencias, si comparamos a quienes se definen como BDSM con el resto de la gente (los llamados “sexo vainilla”), podemos observar una paradoja: mientras el BDSM escenifica una relación de poder y después, en la vida doméstica y social, sus relaciones son igualitarias, o por lo menos tan igualitarias como el resto de la sociedad, los “sexo vainilla” escenifican socialmente una relación de igualdad para después, en la intimidad, pretenden mantener relaciones no tan igualitarias.