Mis Crossdressers…

Cross-dressing (que a menudo se abrevia como CD), fruto de la unión de “cross” (cruzar, pasar, atravesar) con “dress” (vestido, ropa). Consiste en el hecho de travestirse o adoptar la indumentaria propia del otro género en determinados momentos, generalmente de intimidad, y por diversión o disfrute sexual. De manera que la persona que lleva a cabo esta práctica se denomina como crossdresser. Sin embargo, esta definición puede tener muchas variantes ya que se trata de una experiencia personal, no todos lo hacen por el mismo motivo ni lo viven igual. A menudo en el mundo del crossdressing se suele hablar de hombres heterosexuales, pero no es una práctica exclusiva de hombres y no tiene nada que ver con la orientación sexual de la persona.

 

A escondidas del común de la gente existe un mundo paralelo en el que ejecutivos, docentes, escritores, empleados de seguridad e ingenieros, entre otros tantos, dejan de lado los prejuicios y la culpa y se animan a sacar del ropero su costado femenino y vestirse de mujer. Eso sí, sólo por un rato.

El objeto del CD también parece diferir de unas personas a otras, mientras algunos hombres hablan de diversión o disfrute de su parte femenina, otras personas hablan de fantasía o excitación sexual (fetichismo travestista). Otros parecen querer explorar su feminidad a través de esta práctica, liberar su lado femenino, o sirve como válvula de escape a la actitud de macho.
“El tema sexual no se relaciona con este movimiento. Hay heterosexuales, gays, bisexuales como también los hay en la vida. Les gusta travestirse y sentirse bien con eso”

Aunque el CD implica travestirse, es decir, adoptar vestimentas del otro género, no significa que sean travestis. A estos hombres no les gustaría estar 24 horas vestidos de mujer, ni adoptan el rol social de mujer en su día a día (la identificación con el otro género es sólo mientras dura la experiencia de travestismo). Tampoco se sienten en un cuerpo equivocado como en el caso de la transexualidad, no quieren cambiar de sexo ni se hacen cirugías. Para entenderlo mejor quizá podríamos compararlo con una escala de grado de identificación con el género contrario, donde el CD sería algo únicamente puntual, el travestismo más permanente, y la transexualidad implicaría también la necesidad de cambiar de sexo.

Es importante, destacar que debido al enorme desconocimiento y la cantidad de prejuicios sociales que engloban estas prácticas (derivados de una cultura restrictiva en cuanto a las normas de género) muchas personas pueden vivir con sentimientos de culpabilidad y vergüenza, incapaces de dar rienda suelta a su curiosidad por lo femenino o masculino (una curiosidad natural que a menudo surge en la infancia pero es castigada socialmente) o si se permiten explorar ese aspecto, lo llevan a cabo en la más absoluta soledad y anonimato. Algunos hombres parece que como mucho se animan a compartirlo con sus esposas u otros crossdressers.

Debemos aceptar que como parte de la diversidad sexual existen una gran variedad de conductas y experiencias singulares de vivir el género, y que todas son igual de respetables. Resulta curioso pensar que vestirse de mujer para salir al carnaval no está mal visto, muchos hombres recurren a ese disfraz, sin embargo ¿por qué no es igualmente aceptable hacerlo en la intimidad?, ¿por qué los tacones y el pintarse las uñas y los labios es sólo para mujeres? la respuesta es clara: vivimos en una sociedad que se empeña en imponernos sus normas de género y quien se sale de eso es catalogado de enfermo, marica, raro… Sin embargo, ¡que interesante sería que todas las personas experimentaran al menos por una vez el ponerse en el otro lado!, mirarse al espejo y poder ver la parte masculina o femenina (oculta y reprimida) que todo el mundo tiene y que no convierte en menos hombre o mujer.

 

 

 

 

 

Introduccion al BDSM…

El BDSM es un acrónimo resultado de las siglas B/D (Bondage y Disciplina); D/S (dominación-Sumisión) y S/M Sado-masoquismo). Este término se acuña, a partir de mediados de siglo XX, en EE.UU. con la intención de englobar todas las tendencias (o por lo menos las mayoritarias) que se practican bajo el término “sadomasoquismo”.
Desde el ámbito de la antropología es una variante sexual más, un «ars erótica» que implica un gran acopio de conocimientos transmitidos popularmente. Y, además, es una subcultura porque quienes se adscriben a esta categoría han sido capaces de crear:

Espacios de encuentros (bares, clubes, Internet).
Narrativa específica sobre el tema (novelas, revistas, cine).
Redes (amistades comunes; encuentros, fiestas).
Lenguaje propio.
Sistema de valores (Sano, seguro, consensuado).
Símbolos.
Definirse como BDSM significa que se realizan, o se pueden realizar, al mismo tiempo:

Juego de roles (dominación-sumisión).
Actividades lúdicas (escenificación, travestismo, etc.).
Actividades sexuales (o de significado erótico).
Y todo ello para conseguir un objetivo fundamental: la ENTREGA absoluta. Esta entrega es más importante que llegar al orgasmo, a la eyaculación o al intercambio de fluidos. Disfrutar del juego y del abandono es una experiencia que se vive como algo que fomenta la comunicación —entendida ésta como interrelación— entre los participantes, como una práctica que aumenta la autoestima (sobre todo del sumiso/a) y como una experiencia de gran transformación emocional e incluso espiritual. Hay que destacar que el alcance de un encuentro depende del grado de confianza capaz de establecer con el otro, ya que esta actitud es el requisito indispensable en el que se fundamenta el encuentro BDSM.


Antes de analizar o reflexionar sobre este juego de roles es preciso definir qué se entiende por “poder”. Desde este trabajo se define el poder como “la capacidad que tiene una persona de modificar o influir en la conducta de otra”. Desde este punto de vista toda relación humana es una relación de poder, de un poder que, desde la perspectiva de la Psicología Social , puede sintetizarse en cinco tipos: el poder de recompensa (ejercido tradicionalmente por los padres), el poder coercitivo (desempeñado por la policía), el poder referente (la influencia que ejerce una cantante sobre sus fans), el poder de experto (el de una profesional de la medicina, por ejemplo) y el poder legítimo (el que ejerce una persona que ocupa un cargo electo, o el ejercido por los ancianos en las sociedades exóticas).

Todos ellos pueden desempeñarse aisladamente pero, con frecuencia, suelen operar al mismo tiempo. Así, por ejemplo, padres y profesores desempeñan más de un poder a la vez. Y también suelen desempeñar más de uno a la vez quienes disfrutan y gozan de una relación de dominación/sumisión. Es importante notar que sólo en el contexto de una relación puede desempeñarse cualquier tipo de poder y que todos ellos son roles cuyo significado varía histórica y transculturalmente.

Las personas que se definen como BDSM fantasean con el juego de roles, lo desean y se sienten felices experimentando la entrega a través de la disciplina. De manera que unas personas hacen de dominadoras y otras de sumisos/as. Es decir, unas personas disfrutan ejerciendo el control de la situación y otras cediendo ese control. Sin embargo, y a pesar de las apariencias, si comparamos a quienes se definen como BDSM con el resto de la gente (los llamados “sexo vainilla”), podemos observar una paradoja: mientras el BDSM escenifica una relación de poder y después, en la vida doméstica y social, sus relaciones son igualitarias, o por lo menos tan igualitarias como el resto de la sociedad, los “sexo vainilla” escenifican socialmente una relación de igualdad para después, en la intimidad, pretenden mantener relaciones no tan igualitarias.